jueves, 31 de enero de 2013

LA SILLA



EN EPISODIOS ANTERIORES: Una breve fisura del canal metacarpiano que supone sin embargo un riesgo de mayores complicaciones a medio plazo para quien incluye una serie de actividades físicas en sus labores cotidianas tales como escribir con teclado levantar y sostener pesos de 5 kg y 1,5 Tm dibujar sobre tabletas gráficas golpear tuberías de titanio de misteriosas fortalezas diseñadas no por mente humana o soportar con los brazos extendidos la brutalidad centífuga e incandescente de una reentrada en las capas superiores de la atmósfera ha llevado a nuestro héroe a someterse a una operación de cirugía para la que evidentemente tiene que quitarse su Anillo de Poder que queda aburrido y encajado en la cajita de plomo que mantiene sepultada bajo un aparentemente desastrado y polvoriento montón de libros en la mesa de su despacho pero que a la primera señal de alarma se retro-traen-transducen dichos libros a su forma original de minúsculos androides de reducido tamaño pero armados con espadas electrónicas psiónicas y envenenadas y muy muy mucho muy terriblemente radiactivas.

martes, 29 de enero de 2013

TEMÁTICA DEL AFTA

Por ejemplo: «Penes de murciélagos momificados por el sol espléndido de agosto». En tu lugar. No hidrocortisona hemisuccionato. En lugar de enjuagues de bicarbonato. Manzanilla. Cosas que yo hubiera puesto en la etiqueta de encontrarme en tu lugar. El polietilenglicol 4000 como excipiente. Nº Registro E.N. 32.687. Por ejemplo: «Pezones de ratona albina rescatados del tracto digestivo de la minúscula anaconda de la tienda de animales». Acordándose de cuando había sol. Esa mujer que conocía compañera de trabajo gastó el último cartucho de nuestra impresora en sacar tres copias de doscientos veintisiete folios con recetas de primeros auxilios. Quemaduras. Heridas de bala. Taponamiento de zurcido de venas y arterias más vulnerables a una lesión en este contexto de pánico. Otro se forró su casco de motorista con papel Albal que rescató de la cafetería. El papel Albal y quince fajos de pajitas para poder seguir alimentándose. Pensaba taladrarle un pequeño orificio a la visera. Creo que era fibra de carbono. «No te volveremos a ver jamás la cara», dijo con toda la triste neutralidad del mundo la mujer de la impresora que tenía ya remedio para cualquier cosa. «Si nos irradian, no querrás volver a verla».

domingo, 27 de enero de 2013

Diez resultados en relación a la autopsia corporosocial y la investigación posterior del caso de la Niña Pucelana



 1. Los nombres de los padres eran Alberto y Antonia.

2. La niña era una criatura que mudó la piel a los catorce meses. 

3. La niña era una criatura que antes de mudar, los días previos a la metamorfosis, descartó toda posibilidad de vida en su interior y trasladó, como quien hace una mudanza, sus órganos, vaciándolos de todo propósito y asumiendo una situación singular en su presencia terrestre. Los sacó por la boca, a empellones de diafragma y perineo, vaharadas de vapor y cúmulo de fluidos. La imagen se hace insostenible, pero nadie puede negar este supuesto. El lugar que dejó el conjunto todo de su animalidad (a excepción, por supuesto, de la capa más externa, imperativo de camuflaje) fue ocupado por una inédita mezcla de otros elementos ya identificados en anteriores épocas, pero silenciados por su incompatibilidad con el corpus analítico del momento.

4. Antonia y Alberto consideraron que el fruto de un vientre se respeta siempre, como una máxima, como un pilar ajeno al resto de leyes del universo. Esa categoría del ser que es intransferible a toda decisión humana, ya que no depende de ésta, ni de su percepción, ni de su posibilidad contingente. Así pues, la aceptación era real en un cien por cien de probabilidad. El amor por un cuerpo sin órganos de carbono inaugura un nuevo camino para la sociedad postcapitalista, a pesar de la locura que pueda inaugurar. Una epifanía de metales pesados y miasma no podía ser tan eludible. Le dieron a la niña todos los bienes materiales que necesitara. Se lo dieron todo. Menos un nombre.

5. La niña rondaba los pájaros y los devoraba, convirtiéndolos en información. Los perros, los gatos. Los insectos. La comida de la casa estaba protegida por candados que también eran devorados. Un nombre, un refugio, quizá hubiese detenido todo esto. Sólo quizá. Las fotografías, miles de ellas, evidencian los restos que se refieren a este punto. Hay anotaciones al respecto en material encontrado en las pertenencias de Alberto.

6. Los padres estaban desesperados: ayunaban con la esperanza de desaparecer entre sus propias ruinas pero ella venía a recordar lo pequeña que era y lo grande que era el agujero que habían construido. Porque culpables o no, aquello era suyo y de nadie más. En una carta remitida por Antonia a su hermana (desconfiaban de la información de transmisión no analógica) aparecen llamadas desesperadas a la cordura, debatiéndose entre el amor y la furia. Entre la gloria y la humillación. 

7. Valladolid apenas fue consciente de uno más de sus intramuros. Nadie tuvo conocimiento de aquello que sucedía en esa casa de la calle Piedad, en pleno centro. Sin embargo, cualquier persona habría podido constatar las diferencias dimensionales de las paredes del hogar, algo que se observa aún hoy, semanas más tarde. Se atestigua una dificultad en el encaje de ambas realidades, al menos como poso resultante. No obstante, la ambigüedad es sutil. Adaptada.

8. Los tres últimos días de la familia se adivinan trágicos. Abominables. Las paredes poseen rastros difíciles de precisar. La investigación no puede concluir datos certeros en este periodo. Sólo se puede afirmar que el vaciado también sucedió en los padres, sólo que en este caso se realizó por ósmosis. En poética perfusión, si se acepta la cruel redundancia. Los flujos fueron convertidos en información, de nuevo: lo atestiguan los alfabetos recreados a partir de los restos celulares, estructuras óseas y cabello.

9. El final de la Niña Pucelana sucedió a partir de sus padres. Es decir, es posible datar que el fallecimiento o el cambio de configuración sucedió en el mismo instante espacio temporal que el inverosímil deceso del matrimonio, ya que hay pruebas suficientes del hecho. La principal es la propia composición del escenario final, conjugando los tres cuerpos en un todo plano, como una serigrafía de la carne, lo que hace pensar que se unieron las cuerdas de información, dato que será sesgado inmediatamente por el equipo de comunicación al cargo. Las consecuencias de presuponer una cuerda de tamaño humanamente reducible aún no están comprobadas.

10. La última conclusión forma parte de la causística: el nombre de la Niña está clasificado. Madre o padre empezaron a cantarlo, así parece haber quedado escrito en el plano carnal que permanece oculto en la habitación del desenlace. Eso aceleró el colapso, ya que el aporte de información nominal poseía -ahora sí- un vector empapado emocionalmente. Algo insostenible para la forma de la criatura o para la presencia en la que se sostenía por completo.

El caso parece haberse detenido, sin embargo, esto no son más que una sarta de suposiciones. Decir que ahora la familia descansa parece ser un eufemismo.

Valladolid aún no está segura. No debería dormir con la tranquilidad suficiente.





"Diez resultados en relación a la autopsia corporosocial y la investigación posterior del caso de la Niña Pucelana, por Marco Antonio Raya

miércoles, 23 de enero de 2013

Cuando me desmayo


por Colectivo juan de madre

            Cuando me desmayo salen 19 cucarachas por el orificio de mi ano, cumplen algún cometido lejos de mi cuerpo, y después regresan a mí. Ellas no soy yo, claro, pero de alguna manera debemos estar conectadas, ya que cuando despierto del desmayo conozco cada uno de los pasos de esas 19 cucarachas. Algunas veces se limitan a rondar mi cuerpo, me acarician las tetas y los pezones y poco más. Lo más frecuente, sin embargo, es que marchen lejos. Van a casa de alguna anciana, por ejemplo, y le limpian de migas el suelo de la cocina. Le arreglan la aguja del toca-discos a un anticuario con los ojos repletos de cataratas. O teclean y envían un certero correo electrónico de reconciliación para una pareja desavenida. Es una maravilla. También le han arañado la pupila a un policía durmiente, por ejemplo, pero esas veces son las menos. Después, las 19 cucarachas, en perfecta formación, se introducen por mi ano, recorren el recto, y de alguna manera llegan hasta una madriguera localizada en el lóbulo izquierdo de mi hígado, y allí duermen hasta la próxima vez.     


domingo, 20 de enero de 2013

EN EL MUNDO DEL YINN


LA ROTURA DEL CRISTAL que la co-protagonista afirma a cámara que es un zafiro tallado en forma de corazón —esto último también nos lo tiene que decir, porque a mí y a Matsuhito Oda, comisario de la muestra de Nuevo Cine de Terror Palestino, nos recuerda más bien a un escroto de plexiglás— provoca la explosión escatológica del formidable yinn, esparcido por toda la habitación en un huracán de humo amarillo que sólo podemos imaginarnos con el olor de la nicotina, nunca el del prometido azufre.

L'ART EST INUTILE







































Pseudobruitismus citando a un autor Fluxus que no recuerda...

sábado, 19 de enero de 2013

AMOKALIA: La Piraña





Por Tony Fuentes

Camino por las calles de mi barrio, al sureste de Amokalia, llevando un pulverizador de agua en las manos. Entro en una tienda de mascotas y, abriéndome paso entre la concurrencia:

Dadme una piraña ahora mismo, me cago en Dios.

La propietaria del establecimiento, una momia andina vestida como una momia andina lesbiana, me mira de hito en hito y dice:

Ahora mismito, monsieur.

E introduce una mano desnuda en una gran pecera cercana, de la que extrae una piraña oronda, fastuosa, de rostro oligofrénico pero sumamente simpático.

Magnífico ejemplar, digo.

Todo tuyo, hijo de puta, dice la momia andina, y a continuación me arroja el pez a la cara.

Yo lo esquivo en el último momento, puedo escuchar el castañeteo de las mandíbulas cortando el aire por encima de mi cabeza, y apenas tengo tiempo para girarme y presenciar cómo se estrellan contra el rostro de un señor mayor con sombrero que aguardaba su turno detrás de mí. ¡Los dientes de sierra destrozan carne y músculo sin piedad alguna! ¡El venerable anciano explota en un torrente de gritos y chorros sanguinolentos! Y, en el último segundo, en un encomiable gesto de bonhomía, el buen hombre se quita el sombrero y nos dedica un último saludo a todos los presentes.

Cunde el caos. El público aplaude la escena con fervor, muchos aprovechan para forzar las jaulas de los monos y apropiarse de ellos, unos cuantos se entregan a la sodomía más extrema. Yo aprovecho la confusión reinante para inclinarme sobre mi piraña y tomarla por la cola:

Al fin juntos, digo, y la piraña me sonríe.

Salgo atropelladamente de la tienda mientras aplico el pulverizador de agua sobre mi nueva amiga; antes de que la puerta se cierre, varios monos cinocéfalos me secundan en la huida.

Corro por las calles de mi barrio como alma que persigue el Diablo, manteniendo a mi pirañita convenientemente húmeda. Los transeuntes con los que nos cruzamos se santiguan horrorizados, y saltando de la acera a la calzada donde los coches rampantes los atropellan sin la menor dilación, gritan:

¡Cuidado, cuidado! ¿Es que no veis que lleva una maldita piraña?

Yo me muero de risa.

Al fin llego al polideportivo municipal de mi barrio. Levanto a la piraña hasta la altura de mis ojos, los dos nos sonreímos conteniendo las lágrimas.

Vete a tomar por culo, digo.

Y empiezo a hacer girar el brazo con el que sujeto a la piraña, como si fuese un lanzador de martillo. Cuando la suelto y sobrevuela el muro que da a la piscina infantil del polideportivo, puedo escucharla decir: "Wiiiiiii".

Un chapoteo.

Los gritos salvajes, irritantes, infladores de cojones de los niños que comienzan a ser mutilados.

Yo digo: Va por ti, papá, y corro calle arriba y calle abajo, gritando como un demente, con los brazos extendidos, como un avión, como Cristiano Ronaldo.

martes, 15 de enero de 2013

Diez pautas de comportamiento en un ceremonial genérico

Pautas de comportamiento en un ceremonial genérico, por Marco Antonio Raya. 


1. Desnudarse delante de ella.

2. Ser una especie de satélite alrededor del muerto. Tres moscas tiene Satán y hay hueco para una más, siempre que no moleste. No da para tanto el rabo del Arcángel.

3. Elevarse con gracia sobre las úlceras de una ciudad. Fotografiarlas. Dibujarlas.  Esbozarlas. Deglutirlas. Recordarlas y luego encontrar alguien que pueda publicar la tirolina de carne que ha proyectado. Puede ser incluso la propia úlcera, girando sobre sí mismo en cadencia helicoidal, siempre hacia arriba. Y girar como la peonza en que se ha convertido un niño gordo cuando busca morder su propio trasero, su inseguridad, pura carne inocente pivotando sobre el hueso que no lo puede soportar.

4. Corretear por las esquinas muertas de un cuerpo abandonado.

5. Alejándose del agua, dibujar corchetes con una uña afilada en la piel de un observador al azar. Admirar la resistencia de la piel y las entrañas ante un empuje tan soberbio, tan artístico. Tan frugal.

6. Levantar uno de sus párpados. Observar que no cae. Observar el brillo de los conejos cuando ven venir despacio a la muerte. Qué pena ese ras de suelo.

7. Saberse solo. Saberse sola, también. Porque están solos. Mucho. Muchísimo.

8. Abrazar todo lo que se mueva. Animal, persona, objeto. Abrazar ectoplasma. Abrazar mierda, fluidos, polvo. Abrazar estupideces y no abrazar, como la negación del abrazo. Golpear una mano con otra mano, golpear a todo lo abrazado. Quemar las manos, las propias manos, lentamente.
 
9. Convertirse en un payaso. Fotografiarlo. Borrar al payaso. Fotografiar el palimpsesto en que su cara habrá quedado.Tropezar con alguien cuando se huye del asco. Clavar la mirada en un postoperatorio y no escapar de ahí, nunca. A no ser que alguien le invoque. Esperar a ser invocado.
 
10. Sonreír. No ganar, nunca.


SOL NEGRO

 La Malmuerta


Adoración de la tierra

¿Has visto el sol alguna vez? Cada cosa que miramos es la versión deformada de otra, la misma cosa bajo una forma engañosa. La cópula de los términos es la cópula de los cuerpos. Gritaste SOY EL SOL, y sobrevino una erección completa, el verbo ser vehículo del frenesí amoroso. La vida necesita ser interpretada. El plomo es la deformación del oro. El aire es la deformación del agua. El cerebro es la deformación del ecuador. El coito es la deformación del crimen. El oro, el agua, el ecuador o el crimen como principio de todas las cosas. Los dos movimientos principales fueron siempre el de rotación y el sexual. Ambos se transforman el uno en el otro continuamente. La Tierra al girar hace copular a los animales y a los hombres, y los animales y los hombres hacen girar a la tierra mientras copulan. La combinación o transformación mecánica de estos movimientos es lo que los alquimistas llamaban piedra filosofal y como consecuencia de esta combinación de valor mágico, la situación actual del hombre está determinada entre los elementos. Carreteras agrietadas que bordean el mar, bocas amoratadas, un destornillador, una anciana desnuda, el olor de la tierra húmeda justo antes de la tormenta: son las raíces por las que el amor se nutre. Un perro devorando el estómago de un oca, una joven borracha que vomita, un abogado que solloza, un tarro de mostaza podrida representan la confusión que sirve al amor de vehículo. Tumbado perezosamente sobre tu espalda, el cuerpo como una expresión del bostezo, suspirando mientras concibes una sonrisa. Olvidando el tiempo y todas las cosas que fueron esenciales. Reflejando su falta de sentido: el momento está más allá del tiempo y su virtud ya ha acontecido. De puntillas con los brazos rígidos, las manos unidas tras la espalda, el cuello extendido, respirando profunda y espasmódicamente, hasta sentir la sensación de mareo en ráfagas, trayendo el agotamiento. Has sido siempre lo que más deseas: el futuro. Ante el espejo, observando tu reflejo hasta que se vuelva borroso y no conozcas al observador, cierra los ojos y verás la luz. Has sido siempre tu propio tirano, así que olvidas constantemente lo que recuerdas. Los muertos nacen de nuevo y otra vez descansan en el útero de la consciencia. Siempre has recordado lo que olvidaste: ¿podría ser hoy el Último Día solo por creer a la fuerza aquello que nunca has creído? Si hoy es ayer en todo excepto en la apariencia, entonces mañana es también hoy. El día de la decadencia. Diariamente el Universo es destruido: es por eso por lo que eres consciente. Llegarás a ella a través del mar: coronado de flores, con un haz de trigo en la mano derecha y una cabeza de hombre en la mano izquierda en recuerdo de la muerte. Atravesarás los campos de mies, agitarás el viento y apartarás las tormentas para que prosperen las cosechas. Ella bailará al verte llegar. Ahora estás entre los otros hombres y te irrita saber que no eres uno de los otros. Acostado en una cama junto a una chica a la que amas, olvidas que no sabes por qué eres quien eres, en lugar de ser el cuerpo que tocas. Ignorándolo todo, sufrirás a causa de la oscuridad de tu inteligencia, que te impide gritar que tú mismo eres la chica que olvida su presencia agitándose en tus brazos. El amor o la cólera infantil o la vanidad hacen divagar a los personajes olvidados en rincones polvorientos. Aunque os esforcéis en buscaros unos a otros con avidez nunca encontraréis más que imágenes deformadas de vosotros mismos y os dormiréis tan vacíos como los espejos. La chica ausente e inerte que está suspendida en tus brazos, como la puerta o la ventana a través de las que puedes mirar o pasar. Encuentras la indiferencia (que te permite abandonarte) cuando te duermes por incapacidad de amar los acontecimientos. Te será imposible saber a quién has encontrado cuando la estreches porque ella representará obstinadamente un completo olvido. Aunque el olvido no es más que un engaño de la memoria.

El sacrificio

El Sol Negro se eleva en la Casa Solar: como un agujero en el suelo, como una cerradura, como un cuchillo atravesando el sonido. El Sol Negro se detiene sobre la Casa Solar. En el crepúsculo reina la tranquilidad: ella danza formando círculos. La observas en la distancia: es el horror de la noche y la amas como se agoniza porque es débil como la muerte. La amas como se delira. Algunos creen que cualquier cosa es simbólica y puede transcribirse para explicar lo oculto, pero de qué es símbolo no lo saben. Así el argumento se convierte en una metáfora, confundiendo cuidadosamente lo obvio que desarrolla la virtud oculta. Todas las ideas concebibles comienzan y terminan como luz en su emoción, el éxtasis que induce la creación de la idea. El movimiento es el símbolo de un amor inquieto que pasa rápidamente de un ser a otro. Un hombre que se levanta tan bruscamente como un fantasma sobre su tumba y se acuesta del mismo modo. Vuelve a levantarse algunas horas después y se acuesta de nuevo y continúa así cada día: su coito atmosférico regulado por la rotación terrestre alrededor del sol. Así, aunque el movimiento de la vida terrestre esté acompasado por esta rotación, la imagen de este movimiento no es la tierra que gira, sino una verga penetrando a la hembra y saliendo de ella para volver a penetrarla. Los seres sólo mueren para nacer a la manera de los falos que salen de los cuerpos para volver a penetrarlos. Las plantas se elevan en la dirección del sol y se acuestan a continuación en la dirección del suelo. Los árboles que crecen con fuerza acaban quemados por el rayo, talados o desarraigados. Devueltos al suelo, se elevan idénticamente con una forma distinta. La imagen más simple de la vida orgánica unida a la rotación es la marea. Del movimiento del mar, coito uniforme de la tierra con la luna, procede el coito polimorfo y orgánico de la tierra y el sol. La lluvia vuelve a elevarse pronto en forma de planta inmóvil. La vida animal procede en su totalidad del movimiento de los mares, y en el interior de los cuerpos la vida continúa emergiendo del agua salada. La erección y el sol escandalizan lo mismo que el cadáver y la oscuridad de las cuevas. Los vegetales se dirigen uniformemente hacia el sol y, por el contrario, los seres humanos, aunque sean fálicos como los árboles, a diferencia del resto de los animales, desvían necesariamente los ojos. Los ojos humanos no soportan ni el sol, ni el coito, ni el cadáver, ni la oscuridad. Los movimientos eróticos del suelo no son fecundos como los de las aguas, pero son mucho más rápidos. La tierra se masturba a veces con frenesí y sobre su superficie todo se desploma. Aquellos en los que se acumula la fuerza de erupción se sitúan necesariamente abajo. Desastres: las revoluciones y los volcanes no hacen el amor con las estrellas. Las deflagraciones eróticas revolucionarias y volcánicas están en antagonismo con el cielo. Lo mismo que los amores violentos, se producen quebrantando la fecundidad. A la fecundidad celeste se oponen los desastres terrestres, imagen del amor terrestre incondicional, erección sin fin ni regla, escándalo y terror. Desearás ser degollado violando a la chica a quien hubieras podido decir: eres la noche. El deseo lo contiene todo, así que creeréis en todo, si es que en algo creéis. La canción de la experiencia y la ilusión: el sueño es mejor que la oración. La paradoja no es la verdad, mas la verdad es que cualquier cosa puede ser verdad durante un tiempo. Seréis aquello que creáis. Si ya lo sois todo, ¿por qué necesitáis creer que no lo sois? Os desnudaréis en la colina, besaréis la tierra y haréis brotar la vegetación: la primavera caerá violentamente sobre vosotros. Ella sabe que tu cabeza muere. Es la inmensidad, es el miedo, es bella como matar es bello con el corazón desmesurado. Te ahogas: su vientre está desnudo como la noche. Abres una herida como labios húmedos alrededor de una boca oscura en su vientre y buscas en sus entrañas lo que el futuro os depara: en su hígado, en sus riñones, en su estómago, en sus pulmones y finalmente en su corazón. El Sol ama exclusivamente la Noche y dirige hacia la tierra su violencia luminosa, verga innoble, pero se encuentra en la incapacidad de conmover la mirada o la noche, aunque las nocturnas extensiones terrestres se dirigen continuamente hacia la inmundicia del rayo solar. El Sol Negro se eleva en la Casa Solar: como un agujero en el suelo, como una cerradura, como un cuchillo atravesando el sonido. El Sol Negro se detiene sobre la Casa Solar. Para que brille el Sol Negro, es necesario que el sol de este mundo se ponga. Besas la herida y quemas las entrañas, que arden lentamente y en silencio: una columna de humo denso se eleva hacia el Sol Negro. 

Sol Negro

 

Lo comprendo y deseo continuar [diminuta historia de amor]

Lo comprendo y deseo continuar

[diminuta historia de amor]

por Colectivo juan de madre

              
          Juan descubrió a unos habitantes minúsculos que habitaban los conductos de la calefacción de su casa. Tenía 11 años y la mente clara, nunca creyó en la serie televisiva que aseguraba la existencia de tales seres. Pero los vio, e incluso intimó con uno de ellos. Se estaba masturbando cuando empezó el encuentro. Su breve pene erecto, desnudo, se mantenía firme con el contacto de la mano; cuando fijó los ojos en la rejilla del aire. Entre las sombras, tras la reja, lo observaba una mujer de diez centímetros de altura, aproximadamente como el tamaño de su pene en erección, pensó. Con el pijama por las rodillas y aún manoseándose el sexo se acercó al conducto de la calefacción, se arrodilló para ver mejor a aquella criatura. Advirtió que la pequeña mujer estaba desnuda, y que, como él, ella también tenía los genitales sin vello, y, además, se estaba tocando la vagina. “Me gusta tu polla”, dijo la mujer con una voz de ardilla. “Toda tuya”, dijo Juan. La desconocida salvó la reja de la calefacción, escaló por el muslo del niño, y se abrazó a su pene. Lo abarcaba en todo su perímetro, subiendo y bajando los brazos y lamiéndolo con su lengua de hámster. Ella, cada vez más excitada, jadeaba agudamente. Entonces trepó hasta colocarse sobre el pene, abrió sus piernas y empezó a introducirse el sexo de Juan por la vagina, que se dilató sin esfuerzo. El cuerpo de la mujer, que parecía elástico, perdió toda forma humana y adquirió la forma del pene, como un preservativo con extremidades y melena. Juan se corrió dentro de ella; era la primera vez que le pasaba, casi ni sabía lo que era el semen. El cráneo de la mujer se hinchó, lleno del líquido expulsado por Juan, los pequeños brazos y piernas quedaron colgando a lado y lado del pene, inertes. El niño retiró a la diminuta, lo hizo tirando de los pelos. Después olió dentro. Le resultó un aroma dulce. Introdujo el cadáver, que parecía un pellejo, entre las rejas de la calefacción. Unas horas más tarde, desde la cama, vio a muchas mujeres y hombres de diez centímetros llevarse con pena a su compañera muerta.    


domingo, 13 de enero de 2013

Retro Josefina... por Fco. Javier Pérez


RETRO JOSEFINA
            por
Fco. Javier Pérez
 
—He perdido la memoria a corto plazo, y por eso ahora sólo puedo luchar por construirme otra vez desde abajo —dice Josefina,
                                                ovillándose en el centro matemático de esta habitación demasiado estrecha como para reunir aquí a más de media docena de resacosos subproductos de la fiesta de anoche, de techo demasiado bajo como para albergar cómodamente al tiempo a más de cinco convalecientes por la abducción alienígena.
Sabe que a sus hijos aún les importa cualquier cosa que tenga que decir. Recuerda poco, pero la punta de iceberg de un refrán que su madre solía recitarle aún se empeña por asomar a través de la superficie acuosa y refractaria de la primera hora de la mañana: a veces basta con abrirse de piernas, cerrar los ojos y dejarse follar hasta que llegue la noche.

A pesar de las apariencias, esta estancia no es una unidad de recuperación para el postoperatorio, ni un módulo de residencia; aquí las obscenidades en susurros y el hedor corporal se vuelven artificiales al neón rojo de su nombre
[JO-SE-FI-NA, parpadeando, carmesí, rosa pálido]
                                                                                                , la iluminación viene dada por la vibración de su anatomía hecha supercuerdas. Josefina es una ladrona de cuentas brillantes para fabricar collares de plástico y otra quincalla.
Suele entrar en las tiendas de material al por mayor para manualidades y entremeterse en las bragas y el refajo rombos de cristal traslúcido, pequeños cilindros de falso cuarzo y monedas diminutas de fino plástico dorado. En la habitación, al desnudarse, el botín queda esparcido por el suelo y replica los destellos de ella misma, lluvia rápida de luz, bola de espejos vuelta del revés.

—Me marea la capacidad que tienen hoy en día de dar piruetas y vueltas y vueltas y vueltas, simplemente para contar que han visto a un hombre morder a un perro —reniega
entre dientes
                        mientras lee las noticias en los posos del café que le ha salpicado las líneas de la mano izquierda. Ya nadie llama por teléfono. No tan a menudo como solían, cuanto menos. Ya nadie más que ella resuena en el interior de la habitación dentro de su cabeza, en la sala de espera de la nave espacial de su demencia.
Está sola, rodeada de todos estos amigos sin nombre ni forma que ha inventado para poblar su hueco contexto inmediato. Estos a los que imagina atiborrándose de porquerías dulzonas y fingiendo que ella, su hacedora, no está aquí con ellos; fingiendo que cada cena es cena de nochebuena; fingiendo sin vergüenza ninguna que, a sus años, aún viven con mamá.

Se le han descantillado las uñas de tanto rascar el cemento de las paredes cuando la ansiedad aumenta un punto y la cámara acorazada de sí la asfixia. Momentos de lucidez, lo llaman, cada vez menos frecuentes. Hace demasiado frío como para desvestirse. La forma azul de su nombre le da las buenas tardes. Tiene ahora un par de charlas ligeras y anodinas con dos hombres que llevan ya varios años muertos y olvidados. Ha perdido la memoria a corto plazo y por eso ahora sólo puede luchar por construirse otra vez desde abajo.

Vierte un vaso. Estas horas de crepúsculo se cuentan en gotas de agua sucia llenando un vaso tras otro tras otro. Vierte el siguiente en una esquina donde la gravedad no aplica, y así el horario líquido decanta hacia arriba y se afila y se hiela. Josefina, amorfa
[y todo a media luz, pues…]
                                                                                                                        , se sienta en el trono de su cumpleaños olvidado, que podría ser cualquier fecha, haciendo una excursión de cuerpo astral para ir a ver a sus nietos.

Y baila la conga con sus nietos y con sus amigos invisibles.
No solía haber tanto tráfico en los viejos tiempos.
El número de vehículos ha ido doblándose exponencialmente desde sus amables años cincuenta y Josefina masca literalmente el peligro inherente a esta estupidez de dar saltitos en fila y estirar una pierna cada tres pasos al ritmo de una tonadilla ridícula,
[…un, dos, tres, ¡Conga!… un, dos, tres, ¡Conga!...]
                                                                                                                        serpenteando entre los coches, furgonetas y camiones que, gracias a Dios, están atrapados en un atasco de vuelta de vacaciones en esta autopista que viene de ninguna parte y va a quién sabe dónde.
Se abre de piernas y cierra los ojos y vuelve a estar en la habitación. 

—Toda la música que me gustaba se ha descolorido desde las puntas hacia dentro —susurra,
hecha un ovillo en el centro matemático de la habitación,
                                                                                                            haciendo que los espectros formen en forma de corazón, estableciendo una distancia de seguridad de pergamino condimentada de mal aliento matutino, partes perdidas que escuchan, fragmentos descascarillados pendientes de ella, esperando a ser engarzados, con suerte, en el collar de bisutería de un relato coherente que les cuente, que les haga, que les de entidad, fe torticera en la vieja Josefina, en su palabra.
            —Prometo hacerlo mejor la próxima vez —dice—. Porque habrá una próxima vez, ¿no? Construyéndome otra vez desde abajo… —se interrumpe.
                        —Picarón y vistoso, así debía ser el pasado —rectifica.
                                    —Lo que nos pasa, se repite y no se resuelve —dice.
                                                —Nostalgia…

Ninguna de las voces de Josefina
[ni la física ni la figurada, con la que se narra]
                                                son suyas, sino que pertenecen a una extraña otra repiqueteando en sus huesos como un sonajero: el sonido de una humanidad profunda negándose a no ser nada.




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